Este año vuelve a estar con nosotros, pero el pasado curso consiguió una de las becas de la Fundación Amancio Ortega que le permitió estudiar 1º de Bachillerato en EEUU. Gracias, Pilar, por compartir con nosotros tu experiencia.

Visitar Estados Unidos es algo que casi todo adolescente desea hacer y yo he tenido la suerte de vivir durante 10 meses ni más ni menos que en “The Golden State”, California.

Es cierto que es una experiencia llena de nerviosismo, inquietudes e inseguridades, pero merece la pena, literalmente. La emoción y curiosidad por cambiar tu forma de vida es tal que no te das ni cuenta de todo lo que has dejado atrás. Si bien es verdad que lo he pasado fatal sin poder ver a mi familia durante el anterior curso escolar, o que mi primer mes en California no fue muy divertido, todo forma parte de la experiencia en sí. Aunque yo aterrizase un caluroso 5 de agosto, para mí mi vida americana comienza realmente el 5 de septiembre, cuando finalmente llegué a pleno “High Desert” después de un repentino “cambio de familia”.

Acabé con la mejor familia de acogida que pudiese desear, John y Barb. Se mofaban de mí una y otra vez cuando pronunciaba algo mal, aunque luego reconocieran que lo había dicho bien a la primera. Han cubierto todas y cada una de mis necesidades, incluso emocionales, haciendo que no estuviese “homesick” (sentir añoranza o estar nostálgico). Me han llevado a un montón de lugares increíbles y me dieron el mejor regalo de cumpleaños imaginable: visitar el Gran Cañón. Pero también me dieron cariño y depositaron en mí su confianza, haciéndome parte de su enorme familia. Además, también estaba “Frenchie”, otra estudiante de acogida francesa con la que, aunque fuese muy distinta a mí, acabé estando muy unida.

El instituto fue otro auténtico choque cultural. Jamás había pensado que la educación americana fuese como me lo habían pintado, así que al verme metida en la película Hollywoodiense de “High School Musical” (aunque sin música y un poco de menos drama) mi encanto fue tal que no me di cuenta hasta tarde. Sinceramente, echo de menos mis clases de teatro a primera o los debates de historia con mi clase de quinta hora.

También hice Cross-country, aunque correr siete millas a las tres de la tarde en pleno desierto californiano quizás no fue muy acertado. Sin duda, lo que más me gustó fue “Powderpuff”, que simplemente es fútbol americano donde los jugadores del equipo del instituto hacen de animadores y las chicas son las que entrenan y juegan partido durante dos semanas. Y aunque me lo pasé genial aprendiendo salto con pértiga o hacer snowboard por primera vez, el fútbol americano fue mi deporte favorito por excelencia.

Asimismo, mis amigos me enseñaron un mundo completamente distinto al que conocía; fui a sinagogas e iglesias cristianas (sin denominación),hice fiestas de pijama con mormones, fui a un “drive-in” en un “truck” (que viene a ser cine al aire libre en un todoterreno) y me aficionaron a la música country. Fui a todos los parques temáticos de Baja California y me escapaba a comer a In-n-Out y Pieology (típicos restaurantes de comida rápida).

Yo no había esperado pasármelo tan bien en un país del que apenas conocía algo que no viniese de películas, pero sobre todo, no había esperado aprender tanto sobre mi propio país. Estoy muy agradecida a la Fundación Amancio Ortega por esta oportunidad y estoy segura de que a la larga, esta experiencia será uno de los mejores años de mi vida.