Guadalupe Santos Lambea nos cuenta su experiencia en Columbus (Ohio) donde ha estado durante este curso estudiando gracias a una de las becas de la fundación Amancio Ortega.

Mi experiencia en EEUU.

Debo reconocer que me encanta viajar, conocer diferentes formas de vida y diferentes maneras de entender las cosas, y si la vida te da la oportunidad de pasar un año escolar en un país como Estados Unidos  empiezas a ser consciente de que uno de tus sueños comienza a convertirse en realidad.
Mi aventura se inicia un caluroso 15 de agosto en el que, tras despedirme de mi familia y algunos de mis amigos, partí rumbo a Madrid para coger dos vuelos, el primero hasta Chicago y después de Chicago a Columbus.  En la maleta ilusiones, muchos buenos  deseos  y un buen consejo: “No todo es fácil y las situaciones más adversas se convertirán a la vuelta en tus mejores recuerdos”.
Mi destino estaba en Ohio, un estado en el centro del país cuya capital es Columbus de la que yo vivía apenas a 15 millas. Los primeros días los dediqué a conocer el entorno, tuve mi fiesta de bienvenida de la comunidad y conocí mi instituto, el Watkins Memorial High School, sobre el que giraría prácticamente toda mi estancia, como la de los jóvenes de allí. Si bien por mi edad debía cursar el nivel 11 (Junior), que es el equivalente a primero de Bachillerato en España, en el centro  me ofrecieron  la posibilidad de matricularme en el grado 12 (senior) para, así,  poder culminar mi curso con una graduación en toda regla. En el centro estábamos cuatro estudiantes internacionales y yo era la única española.
Mi experiencia en el High School ha sido estupenda, me he sentido querida, integrada y en definitiva he formado parte de él.

Viví maravillosos bailes y ceremonias, como la “Home Coming” o la “Prom”. Recuerdo las grandes fiestas que organizábamos en la grada del estadio los viernes viendo jugar al equipo de fútbol (“football” no “soccer”) del centro,  o los encuentros de Marching Bands e incluso  participé  en la  “powderpuff”  (evento en el que por un día las chicas son las que juegan al fútbol y los chicos hacen de “cheerleaders” enfrentándose las juniors a las seniors). Y como me gusta practicar deporte y allí lo hacen como actividad extraescolar, hice “Cross Country” en otoño,  “Track & Field” en primavera y tuve la suerte de poder practicar natación en invierno, mi deporte favorito.

He formado parte del equipo de natación del centro, el Watkins Swimming, con el que conseguimos  quedar campeones del Condado de Licking  tanto los chicos como las chicas, por primera vez en su historia, e incluso hicimos record del Instituto en relevos por lo que mi nombre figura en el tablón del Centro.

Como anécdota debo decir que incluso participé en la campaña de un alumno  que optaba a la “presidencia” (equivalente a representante o delegado de alumnos) o que como estudiante internacional tuve que realizar una presentación a mis compañeros para que supieran cual era mi lugar de origen y, claro, si eres española y de Villanueva de la Serena qué mejor que llevar una tortilla de patatas para degustación y deleite  del público asistente. Todo un éxito.
Conocí la vida de los Amish visitando un poblado y cómo se vive la Fe desde la perspectiva de la Iglesia Baptista de “Jersey Church” con sus conciertos, convivencias e interpretaciones de la Biblia. También viajé  a California con cuarenta chicos de diferentes nacionalidades afianzando grandes lazos de amistad. Aquellos días en Santa Mónica, Los Ángeles, Hollywood -con los estudios Universal- y San Francisco fueron inolvidables ha sido el viaje más increíble que he realizado en mi vida, hasta el momento.

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En el “Golden Gate”.

El tiempo pasó tan deprisa que cuando me quise dar cuenta llegó el día de la Graduación.  Fue una ceremonia preciosa que culminó, cómo no,  con el lanzamiento hacia arriba del birrete.
De Estados Unidos me traigo grandes amigos, una “sister”  alemana y  grandes experiencias. Tengo la sensación de que  parte de mi corazón se ha quedado allí y algún día me encantaría volver.

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El ‘día de mi graduación’

Para acabar quiero agradecer a la Fundación Amancio Ortega la oportunidad que me brindó al concederme una beca para mi estancia en Estados Unidos y a todos los que lo hicieron posible».

Guadalupe Santos Lambea